Un corresponsal de guerra es herido
en el campo de batalla del Vietnam, ve la muerte de cerca y, ya pasado
el peligro, piensa en escribir un reportaje dedicado a ese misterio
infinito sobre el que tantos poetas y filósofos hablaron: la muerte.
(FILMAFFINITY)
”si la muerte es mirar y no verte
que la muerte es mirar y no verte”
Hoy, La Bien Querida
Al margen de consideraciones personales mías –ya no es que vea
infinitamente peores a Jonás Trueba, Isabel Coixet, Carlo Padial y María
Ripoll, sino que pienso que son directamente nocivos a la vista- existe
un punto de no consenso entre quién ha sido el director más chapuzas
del cine español. Una especie de competición donde siempre parece va a
ganar Ignacio F. Iquino por mera estadística –al ser bastante
incompetente y a la vez muy prolijo- hasta que se va conociendo la
existencia de auténticos facinerosos del celuloide tales que Carlos
Aured, José Truchado, Juan Piquer Simón, Miguel Madrid, Juan Miñón,
Julio Pérez Tabernero, Manuel Esteba, Luis María Delgado y similares.
Dicho esto desde el cariño, eh, que entre ellos suman un buen puñado de
aberraciones igual de censurables por los que consideran lo de Trueba,
Ripoll, Coixet y Padial mejores sin atisbo de duda que disfrutables por
quienes saben que los negados no son los artesanos de la costra, sino
los referidos en la última concatenación de nombres. Y luego das con la
obra de Juan Logar y resulta que cesa la competición por ver quién es
más tío ponzoñas en el cine de este país: lo de este hombre fijó un
récord que a buen seguro permanecerá imbatido durante décadas.
Especialmente con esta Autopsia, aún peor que aquella Zocta que
dirigiese el argentino Joe Rígoli en España por no dejarle las
autoridades de su país cometer semejante atropello allá.
Autopsia comienza poniendo al mismo nivel a Tagore que Schopenhauer, es
decir, mal; continúa todavía peor cuando Logar acomete sus clásicos
insertos deslavazados de metraje encontrado o de archivo, en este caso
las famosas tomas de los niños al baño napalm en Vietnam; el culmen del
todo mal llega conforme dentro del formato entrevistas a famosos –y tras
dar pábulo a que opinen sobre la muerte Ángel Nieto y Félix Rodríguez
de la Fuente, este último prediciendo la manera en la que luego moriría-
se le concede metraje al hijo de puta de Jose María Pemán para que se
arranque a recitar sus mierdas. Y, pese a todo lo anterior, es una peli
que mola. Mucho. Con la excusa de Juan Luis Galiardo desbarrando
perogrulladas sobre la muerte a colación de ser periodista de guerra y
haber vivido los horrores de Vietnam in situ la cosa toca el mondo
italiano de un modo tan desprejuiciado y gratuito que ni los propios
Jacopetti y Prosperi deconstruyéndose a sí mismos y su invención, algo
sólo atestiguado en el cine español en esa infravaloradísima joyaza que
sería años después el Cocaína de Jimmy Giménez-Arnau.
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