Cuando hablamos de una historia de venganzas,
con un afectado tomándose la justicia por su mano debido a los recovecos
legales usados por el abogado de turno, que han dejado suelto al tipo
responsable de la muerte de un ser querido, estamos hablando de un
genero (pacíficos ciudadanos víctima de descerebrados y sanguinarios
delincuentes, revolviéndose y convirtiéndose en expeditivos
exterminadores), que durante la decada de los 70 tan recias y
entretenidas películas dio (ya saben, la década de oro del genero
allende nuestras fronteras).
Asimismo desde mediados de los 70 hasta bien entrados los 80, y por
aquello de que el cine suele ser un reflejo de la sociedad, abundaron
las historias con la delincuencia suburbial en grandes ciudades
españolas como eje, unas cargando la historia en retratos más o menos
acertado del lumpen ("Deprisa, Deprisa" de Saura es a mi juicio la más
veraz y mejor, siguiéndola "La patria del rata", y como no, las del
Torete y el Vaquilla,) y otras en el problema que esto suponía para la
sociedad.
Pues bien lo que aquí tenemos es una autentica rareza, en la que la mano
del magnífico cineasta, y muy cachondo y vacilón, Manuel Summers,
detrás del guión (en los créditos figura como Manuel S. Rivero), opone
al acertado y magníficamente retratado mundo marginal (tipos mal
encarados, comportándose y hablando en la jerga directamente copiada de
los manguis de la época), una humanista abogada defensora de izquierdas
que antes de culpar al delincuente, echa la culpa a la sociedad y al
empedrado, y cuando ese delincuente que con su buen hacer como abogada
quedo libre por la muerte por la que se le juzgaba (todo un poema los
argumentos que podemos oír en boca de esta, en el juicio que abre la
película en el que conocemos al, "Mauri" y al "Chato"), mata a su marido
en un asalto a su chalet familiar en Eurovillas con ella y la suegra
delante, sigue erre que erre y antepone sus convicciones humanitarias
(Manuel Summers satirizando sobre la izquierdista acera, de enfrente a
la suya), solo deseando pasar página y ante los exabruptos de la suegra y
cabreo del hijo, agachando la testuz.
A pesar de contener bastantes deficiencias técnicas en cuanto
iluminación y fotografía, la película bien merece un visionado, detrás
de la cámara esta todo un Jorge Grau (estamos hablando del tipo
responsable de esa venerada – mas allende nuestras fronteras que por el
"exquisito" publico patrio, "No profanar el sueño de los muertos 1974"),
narrando la historia de forma profesional, sin exquisiteces "de
auteur", apuntando en la escena de la muerte del marido algo de su
impronta, y regalándonos un salvaje y truculento final de traca, de esos
que una vez vistos no se olvidan, y que por sí solos elevan la
producción a cuasi de culto (mas si como en este caso están Grau y
Summers detrás).
tiznao
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