Arranca con unas muy resultonas escenas sobre
las cuales vemos sobreimpresos los créditos, que fuera de plano nos va
mostrando el aspecto físico e idiosincrasia de John Wintergreen (Robert
Blake), las cuales culminan con este vestido de policía y saltando a un
plano donde vemos alienadas unas preciosas Harley Davidson Electra Glide
policiales en una campa con el árido fondo de los paisajes de Arizona,
seguido de una arenga a los policías ante de salir a patrullar en la que
podemos ver la corta estatura de John (Big John para los amigos) con
respecto a sus compañeros y las ansias de cambiar la moto por una placa
de detective en un breve parlamento con un superior.
Todo esto a modo de magnifica, recia y sumamente descriptiva
introducción al personaje, a partir de aquí y como consecuencia del
hallazgo por parte de Big John de un tipo muerto en una cabaña y la
firme oposición al dictamen del forense que pretende cerrar el caso como
suicidio, cuando según luego vemos se trata de un asesinato, es
reclutado por el duro (una especie de triste remedo de Harry Callahan
sureño pasado de rosca) detective Poole (Mitch Ryan) como chofer y
ayudante de la investigación (la escena en que se enfunda el ansiado y
sureño traje con un poster de fondo de los míticos reyes del rock and
roll músico vocal “The Coasters”, a ritmo de una de sus canciones es
de un apabullante poderío visual, pondría la mano en el fuego que se
trata de ellos aunque para mi sorpresa no figuran en los créditos
finales ninguna canción de mis admirados negritos).
Magnifica y extraordinaria película que podríamos calificar como el
reverso a la vez que complemento de esa América que vimos retratada en
“Easy rider 1968”, con una magnífica interpretación de Robert Blake
(futuro triunfador con su televisivo “Baretta”), con uno de los mejores y
más estilosos y recios finales nunca vistos (impresionante el fondo de
Death Valley), una banda sonora estratosférica, única película que
dirigió el reputado productor musical James William Guercio, colaborador
de Frank Zappa y manager de los magníficos “Chicago” (el bajo y
cantante de la banda Peter Cetera actúa en el papel del sospechoso de
asesinato motero Bob Zemko) y con un aroma a Peckinpah, Siegel y demás
maestros que impregna todo el metraje. Como curiosidad añadir que cuando
se estreno en Madrid en el cine Emperador de la Gran Vía, se exhibía en
el vestíbulo una Harley Davidson Electra Glide clavadita a la de la
película que nos hacia babear a los críos de la época y que a buen
seguro inoculo el gen motero a más de uno y más de dos (por cierto, no
quisiera olvidarme de reseñar la poderosa persecución de Big John y su
compañero Zippy a lomos de sus Harleys, dando caza a la banda de moteros
de Bob Zenko).
tiznao
Curioso film, que parece pretender ir un poco más allá que sus congéneres.
ResponderEliminarAsí, Guercio, un, para mí, desconocido director, reliza una película con estilo documental, con buenas interpretaciones, una fotografía lograda y una puesta en escena en verdad elaborada.
Sin embargo, la cinta acaba por no convencer, resultando, poquito a poquito, menos fácil de ver.
No es que aburra, pero sí que acaba por no interesar del todo, quizás por su muy irregular ritmo.
Todavía recuerdo la primera vez que se le ve en la pantalla a Blake. Todos los policías en fila, más altos que una estatua, la cámara va de uno en uno, viéndose las cabezas y de repente...el vacío. La cámara debe ir bastante más abajo para que se le vea la cabeza.
Muy bien Robert Blake, más tarde Baretta,