Bueno, vamos a ver: esta película es una obra
maestra. No, espera: ¿pero no habíamos dicho que era una gilipollez de
esas que provocan nauseas? Interesante dilema el que se nos plantea. Y
lo es precisamente porque en este simpático filme soy capaz de percibir
tanto elementos de maestría cinematográfica al más alto nivel, como
situaciones y momentos fétidos y tóxicos de solemnidad.
Una mezcolanza tan sumamente surrealista y dispar que hace que
enfrentarse a esta modesta película resulte una experiencia para nada
superficial. Se trata más bien de un reto a nuestro intelecto, un tira y
afloja constante entre la película y nosotros mismos por ver quien es
el primero que cede. Y pueden suceder dos cosas: que aguantemos el tipo
hasta el final ante este raro experimento de Simon Wincer (de lograrlo,
el sabor de boca que nos dejará "Arlequín" será bastante agradable y
duradero) o que el filme nos termine superando y la experiencia fílmica
se convierta en un auténtico vía crucis.
He de reconocer que durante la primera mitad del metraje estuve bastante
hastiado y quemado ante lo que veía, básicamente porque me parecía una
soberana estupidez carente del más mínimo sentido de la lógica y de la
decencia hacia el espectador. Sin embargo, no llego a comprender muy
bien cómo ni por qué, poco a poco me fui sumergiendo en la trama. Sin
enterarme, me vi completamente atrapado por el Arlequín y sus malas
artes, y fue entonces cuando el surrealismo y la locura que desprende
cada uno de los fotogramas del metraje empezaron a entrar prácticamente
sin oposición alguna en mi interior... y comencé a disfrutar. De verdad
que me lo pasé realmente bien con la sarta de despropósitos y
sinsentidos que se iban sucediendo en la pantalla.
seagal4ever
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