Lucio Fulci se hizo un lugar en el panteón del
horror gracias a una serie de películas tan malas como efectistas que
rodó a principios de los años 80, desde Nueva York bajo el terror de los
zombies hasta Manhattan Baby, todas ellas de presupuesto generoso,
exteriores en Estados Unidos y actores de segunda fila. Gozaron de
distribución en el área anglosajona y consagraron a Fulci como nuevo
maestro del género. Atrás quedaban veinte años de carrera plagados de
cintas con Franchi & Ingrassia, una pareja de comicastros con muy
poca grassia, spaguetti de ínfima categoría, comedias eróticas y una
serie de gialli que principian con Una historia perversa. Después de
Manhattan Baby, su carrera se coló por el sumidero.
Jean Sorel, guapo pero soso, con una cantidad de dientes blanquísimos
casi sobrenatural, es un afamado y rico médico cuya esposa (Marisa Mell,
siempre presta a desnudarse) padece asma. Entretiene sus horas libres
con una fotógrafa especializada en el género erótico (la siempre
fascinante Elsa Martinelli). De repente, su esposa muere, en teoría de
un ataque de asma, pero luego se descubre que ha sido envenenada. Una
noche, Sorel descubre en un cabaret a una atractiva stripper calcada a
su difunta esposa (Mell de nuevo). Por una serie de circunstancias,
Sorel acaba en el corredor de la muerte y más sorpresas nos esperan...
No se trata de un giallo, dejémoslo claro desde el primer momento, sino
de una muy correcta película de intriga con giros y más giros de guión,
algo muy de la época. Rodada con estilosa fotografía en San Francisco,
con el acompañamiento de una briosa partitura de Riz Ortolani, nos
depara buenas interpretaciones de Alberto de Mendoza, Riccardo Cucciola y
John Ireland, carne de co-producciones en aquellos tiempos. Ya hemos
dicho que Sorel se limita a poner su bonita cara, siendo sus dotes
interpretativas casi inexistentes, Elsa Martinelli aparece poco, por
desgracia, con sus hipnóticos y enormes ojos, sus pómulos sensuales y su
cuerpo inacabable, y Marisa Mell hace lo que mejor sabía hacer, o sea,
exhibirse y lanzar miradas magnéticas a la cámara. Me pregunto cómo
debió quedar la película en España después de que la censura se
encarnizara con ella, pues hay desnudos por doquier.
En suma, una buena muestra del género y del estilo de Fulci cuando
tomaba la medicación. Luego llegaron los zombis y la cosa se complicó...
Eduardo
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