Buscando y encontrando una conciencia social.
Esta es la primera película de Bardem tras la dictadura y claramente su
film más comprometido y político. Y quién se lo podría imaginar. Con el
pobre Alfredo Landa que por aquel entonces no pasaba de ser un figurín
más en esa parte del cine español lastrado por el icono del "macho
ibérico" y que, de una manera u otra, ha hecho tanto daño a una época
que a día de hoy contiene mucha más calidad de lo que parece.
Calidad por su director que junto a las otras dos B (Buñuel y Berlanga)
suponen, sin la menor duda alguna, el trío más genial de directores
españoles. Muchos que ahora comienzan deberían de tomar muy buena nota
de como hacer cine social, comprometido y no exento de ese
entretenimiento, de esa gracia y de ese arte que forma parte de nuestro
carácter. Calidad por Alfredo Landa que en un ejercicio de artista, de
salto de nivel en su carrera, nos brinda una interpretación histórica,
parodiándose así mismo de una manera tan honesta como brillante.
Despúes, poco después, vendría "El Crack" o "Los Santos Inocentes"; a
partir de aquí podemos afirmar rotundamente que ganamos a un actor
inigualable.
Y luego el fondo, no solo la forma. Bardem se inventa una roadmovie casi
inédita en el cine patrio y a través de la figura, o mejor dicho "el
figura", de Juan (Alfredo Landa) nos lleva en un viaje a través de las
carreteras españolas donde nuestro irrepetible protagonista vivirá toda
clase de experiencias que le ayudarán a abrir los ojos ante una realidad
a la que no puede ser ajeno durante más tiempo. Tras ser plantado por
un "pendón" (graciosísima la terminología castiza) Juan decide tomarse
el puentecito de Agosto por su cuenta y emprenderá un largo viaje en su
"poderosa" (una Montesa Impala) hacia Torremolinos en busca de diversión
y claro está, y por encima de todo, mujeres. Pero Juan no encontrará
esto. El tono claramente humorístico en el que Bardem enfrasca la cinta
no esconde la auténtica verdad: en Juan se hará patente una situación en
la que los acontecimientos exigían a los ciudadanos un compromiso
social, sindical y político.
Este es el mensaje final que Bardem lanza al público. Una playa vacía y
un Torremolinos lejos de suecas en bikini y de machos ibéricos a sus
pies. Una apuesta arriesgada, seria y realista que poco o nada tiene que
ver con lo que hoy en día vemos en nuestras pantallas y en español.
Como bien afirmaba el propio Bardem antes de morir sobre si seguía yendo
a ver cine español: "Qué remedio. Me parece un cine mimético, que busca
el éxito en taquilla como bien supremo. La crítica se ha reducido a una
Guía Michelín que concede estrellitas". Pues eso.
alfie
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